La vida no se trata solo de existir o de sobrevivir, puedes hacer grandes cosas, ser tú (entre otras), transmitir tu mensaje y empezar a vivir.

Algo que te puede limitar es el miedo, pero piensa que no estás en peligro y nada te va a pasar si empiezas a hacer las cosas que quieres. Puede que lo que temas se vea más catastrófico en tu mente que en la realidad si de verdad pasara. Recuerda que la mayor parte del tiempo sufrimos por cosas que ni siquiera llegan a pasar nunca, eso nos pasa por pensar tanto en el futuro y querer controlar el futuro, cuando eso es completamente irracional.

La clave de la seguridad es el desapego: el desapego del miedo al resultado, debemos conseguir que no nos afecte o no nos importe simplemente un resultado. Parece que desde pequeños, por la dependencia a la que estamos sometidos desde el momento de nuestro nacimiento, estamos condicionados a estar apegados a resultados emocionales.

Me explico: creemos que si algo no sale como queríamos o como lo veníamos planeando, algo malo va a pasar en relación a nosotros mismos y a cómo los demás nos van a ver, nuestra mente nos intenta devolver siempre a nuestra zona de confort, aparecen los “y sis” (y si no llegas, y si te decepcionas, y si se ríen de ti, y si fracasas, y si te critican…).

Cada uno de los escalones al éxito o a la felicidad son escalones que tienes que ir subiendo poco a poco. No hay experiencias positivas o negativas, todo depende de tu interpretación y del provecho que le puedas sacar a cada una de esas experiencias, si le das un significado negativo en vez de entenderlo como un reto, te estancas o vuelves hacia atrás. Incluso si hay personas que te machacan o tienes distintos obstáculos puedes considerarlos tu motivación para avanzar. Convierte los obstáculos en retos, no te apegues a un resultado emocional, como decíamos antes: “que todo el mundo te quiera, que a todo el mundo le gustes”. No se le puede dar el gusto a todo el mundo, y eso está bien siempre que tú hagas lo que tú quieras, siempre y cuando no te haga daño a ti o a otros. Cada fracaso es un escalón hacia el éxito. Desapégate emocionalmente de tus resultados, haz las cosas porque te apasionan, porque sabes que ese es tu camino particular a la felicidad.

Cuando mendigo afecto, cuando mendigo cariño, estoy constantemente pensando qué me pueden dar otros, pero la clave está en empezar a pensar qué me puedo dar yo a mi mismo. Atender a tus propias necesidades emocionales, hacerte responsable de tu bienestar emocional. No tanto atender las necesidades de los demás. Mi viaje es empezar a hacerme amigo de mi soledad. En la soledad te encuentras contigo mismo y te puedes sentir acompañado de ti mismo cuando te empiezas a aceptar y a permitir ser tú. Nacemos solos y morimos solos.

Cuando mendigamos afecto y estamos haciendo cosas constantemente por los demás llega un momento que sentimos rabia porque sentimos que no nos están tratando como merecemos, parece que nos lo deben.

Realmente estás solo 24 horas al día pero lo tapas con “ruido”, tenemos que dejar de tapar, dejar de poner parches. Piensa que si no estás contigo mismo pero estás mendigando amor, estás ofreciendo las migajas que ni tú mismo quieres coger. Y serán otros mendigos los querrán coger esas migajas. La soledad se transforma, una persona que ha sanado la autoestima y se ve tal cual es disfruta esa soledad y la necesita. Estamos sobrerelacionados, incluso con relaciones virtuales, pero es para tapar una sensación de soledad. Si conecto conmigo mismo, puedo conectar también con los demás y con la vida y de esta manera tener experiencias mucho más enriquecedoras.

Nos preguntamos constantemente: ¿Qué puedo hacer para que me quieran si la ayuda no es suficiente? La ayuda es un poco soberbia, yo me pongo por encima de ti, la ayuda es el instrumento egóico que utilizan los mendigos emocionales. Eres adicto a tu ego: si no ayudo, cómo sabrán que soy buena persona? Si no saben que soy buena persona, cómo me van a querer? La verdad está en tu interior. Intenta tener hobbies que sólo dependan de ti mismo: lectura, escalada, naturaleza…

En esta sociedad amarse a uno mismo es narcisismo, egoísmo… nos hace sentir mal el hacer algo fundamental para la vida. Pero lo cierto es que no podemos amar al prójimo si no tenemos nada que ofrecer por no querernos a nosotros mismos.

Toda la vida mendigando amor para que cuando alguien te dice algo bonito le rechaces. Los cumplidos no tienen nada que ver contigo, tiene que ver con ellos.

“Me tienes aquí para lo que necesites”.

Tenemos que abrir nuestro corazón hacia uno mismo, no hacia los demás.

Para empezar a amarte a ti mismo piensa: ¿Qué ocurre cuando amamos a una persona?

– Creamos una relación à crea una relación contigo mismo: tiempo de calidad (cuando queremos tener una relación con alguien queremos pasar tiempo con esa persona: cómo te ha ido el día? Nos preocupamos por su vida, por lo que pasa, por cómo ha ido el día, te apoyas en las dificultades y celebras en los éxitos).

– Cuidamos nuestro lenguaje à qué te dices cuando te ves en el espejo? Qué te dices cuando cometes errores? Le das apoyo y le dices no te preocupes todo va a ir bien? No es el lenguaje propio de una relación de amor.

– Expresiones de amor à regalos, llamadas sorpresa, caprichos (hoy me voy a tomar el café sentada, voy a disfrutar de un paseo en vez de ir corriendo a la oficina…).

– Buenos deseos desde los pensamientos à deseamos que todo les vaya bien, deséate que aquello que quieres para ti te ocurra, hazlo hacia a ti.

– Practica la aceptación à acógete completamente. Tiene este defecto, pero admitimos que sea así. Les amamos por ser quienes son. Abre tus brazos a lo que etiquetas como bueno y como malo en ti. “sin esos tobillos no serías tú”. No es resignación, ahí hay sufrimiento, punto de llegada, en la aceptación tienes comprensión, punto de partida, comprendes lo que está sucediendo y no luchas en contra de ello. Puede que no estés de acuerdo o que no te guste todo de ti, pero si lo comprendes y lo aceptas, paradójicamente sucede la transformación.